Red Liberal es un movimiento cuyo origen se remonta, al
menos, a una reunión en la Fundación Balmaceda de la que hablé anteriormente
en este blog, celebrada el 12 de febrero del 2010. Los términos en los que me
referí al movimiento que se comenzaba a formar en ese minuto son los mismos que
quiero replicar ahora. Es necesario repetirlos no solamente para traer a la
memoria el fundamento básico del liberalismo, sino también para corregir el
camino errado que ha tomado el movimiento con el beneplácito de una espuria
mayoría de militantes. El fundamento básico del liberalismo, pues, no será
encontrado necesariamente en la exploración histórica de los movimientos
liberales. Tiene que haber, en cambio, un fundamento del liberalismo que pueda
ser encontrado en cualquier tiempo y en cualquier lugar por cualquier persona
que se lo proponga: no se trata de algo que haya sido instituido por alguien en
particular, sino de una tensión que surge desde el interior de cada individuo.
Esta tensión es el ansia de libertad. La libertad, como el trabajo (cf. La condición humana de Hannah Arendt), no
es compartida, sino que le pertenece separadamente a cada individuo. Y ella
surge en el interior de cada hombre, sin excepción ni distinción de ningún
tipo.
Cuando una mayoría de miembros de Red Liberal expresa la
idea de que es necesario «emparejar la cancha» entre las personas para que
todas tengan las mismas oportunidades de actuar libremente, están manifestando
una profunda incomprensión de cómo se ejerce la libertad y, además, están
demostrando un hondo desprecio por el ejercicio de la libertad individual.
Muestran incomprensión porque ejercer la libertad no significa que todos
tengamos la posibilidad de hacer las mismas cosas o de obtener los mismos
productos y servicios: hay diferencias entre las personas que marcan límites
espontáneos sobre lo que cada uno puede o no puede hacer. Y, aunque tratar de
minimizar estas diferencias pueda entenderse como un fin loable, no es
aceptable proponer como una idea liberal
que algunos colaboren involuntariamente en tal minimización o que se
interpongan trabas en el desarrollo de algunos para maquillar su superación de
los otros. Esto no es liberalismo, sino socialismo (también conocido con el
eufemismo de progresismo). Y entonces
esta mayoría ha incurrido en una conducta anti-liberal: han propuesto que se
limiten los derechos fundamentales con el fin de conseguir un efecto positivo o
evitar un efecto negativo. La perversidad de este criterio parte desde el punto
mismo en el que se determina que un efecto sea positivo o negativo: ¿es
verdaderamente malo que haya una desigual distribución del ingreso, incluso si
la medición se concentra en un barrio de personas adineradas? Pero su maldad
más intrínseca se revela cuando admite que está dispuesto (el criterio) a
limitar las libertades individuales y justifica esta limitación. La base del
liberalismo está en defender la libertad individual por encima de cualquier
efecto positivo o negativo, por encima de cualquier mayoría, por encima de cualquier
silogismo. De esta forma (aplicando ese criterio) se manifiesta, también, un
hondo desprecio por la libertad individual.
Si reconocemos que el liberalismo es lo que es, v.g., la
defensa de la libertad individual por encima de cualquier efecto positivo o
negativo, de cualquier mayoría y de cualquier silogismo, deberemos también
admitir que no es aceptable proponer ninguna limitación de la libertad personal
en virtud de ninguno de los argumentos recién mencionados. Si nos atenemos a los
efectos, admitiremos cualquier atropello con tal de conseguirlos. Si nos
atenemos a las mayorías, permitiremos que los socialistas se integren a Red
Liberal y aprueben toda clase de manifiestos e ideas anti-liberales (y esto ha
estado ocurriendo realmente). Si nos atenemos a los silogismos, admitiremos que
puede ser lógicamente justificable limitar las libertades individuales.
Debemos, en cambio, creer en nuestros corazones y en lo que nos piden:
libertad. La libertad no es un derecho surgido ex nihilo (o ex naturā) ni
conferido por el Congreso: es el llamado interior de cada hombre por hacer su
voluntad y cumplir sus sueños. Cuando alguien propone que es posible ponerle
freno a este llamado, sea por la razón que fuere, reconoceremos que ese no es
un liberal, sino un socialista: un burófilo planificador y un antropófobo.
Para que Red Liberal le haga honor a su nombre, debe guiarse
por este sencillo principio: la defensa de la libertad y de los derechos
fundamentales del hombre por encima de cualquier efecto, mayoría o silogismo.
Mientras tanto, serán legítimos todos los reparos que se hacen en su interior y
desde el exterior. Y se podrá poner en duda el carácter liberal del movimiento:
tal como hago aquí.
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