El flagelo de la igualdad

Imagen: Yusnaby Pérez

¿Cómo resolver el problema de la igualdad económica? Los niveles de igualdad económica alrededor del mundo son dispares. Los casos emblemáticos de igualdad excesiva son conocidos por todos: Mali, Burkina Faso, Etiopía, Guinea, Tanzania, Benin, Blangadesh, Tajikistán y Laos. En Chile no estamos cerca de ellos, sino que nos ubicamos orgullosamente en el 15to lugar, no muy lejos de Hong Kong.
Lo más importante es comenzar entendiendo que la igualdad es un problema y que trae consecuencias nefastas para el bienestar de las personas. Tomar conciencia de esto implica, por cierto, hacer lo necesario para evitar que la igualdad aumente. ¿Cómo logramos esto? El mayor generador de igualdad económica es el paquete de regulaciones e impuestos que funciona en un territorio. La manera de estimular la desigualdad o de, al menos, impedir el peligroso avance de la igualdad, es impedir que los gobiernos locales hagan crecer el paquete de regulaciones e impuestos. Así que, para evitar que el gobierno no nos deje tranquilos con sus impuestos y regulaciones, tenemos que tomar la iniciativa y no dejar tranquilo al gobierno con constantes reclamos y apelaciones.
Tenemos que lograr que la carga del trabajo del aparato público sea lo suficientemente pesada y asfixiante como para que los gobiernos locales no tengan siquiera la oportunidad de pensar en su paquete de regulaciones e impuestos. Si no lo hacemos, el fantasma de la igualdad se hará cada vez más patente y amenazante.
La desigualdad no es un «tema país» ni un asunto de «políticas públicas». Se trata, más bien, de una conquista individual, aunque nos atañe a todos. Resulta preocupante, en este sentido, el poco compromiso de los actores sociales con la lucha contra la igualdad. Quienes pensamos en el bienestar de las personas esperamos que los actores sociales representen la legítima aspiración de los individuos a vivir en un país desigual; pero muchos de ellos —con honorables excepciones— omiten el asunto o, peor aún, perjudican la aspiración popular de incrementar la desigualdad de ingresos.
La igualdad es un problema que nos afecta a todos, de modo que resulta importante que nos comprometamos individualmente a hacer algo a favor de nosotros mismos y estemos atentos a cualquier forma posible que tengamos de estorbar nuestros gobiernos locales. Debemos solicitar sumarios, porque así alejaremos a un funcionario público de sus funciones habituales y, con algo de suerte, conseguiremos el despido de otro. Debemos ingresar múltiples solicitudes y reclamos, porque así el funcionario público no ocupará tanto tiempo en implementar las políticas propias del paquete de regulaciones e impuestos, sino que lo usará en contestar nuestras comunicaciones. Debemos instigar los conflictos entre las distintas reparticiones del gobierno, porque así estaremos consiguiendo los dos efectos anteriores simultáneamente.
Para evitar la pesadilla de la igualdad, tenemos que hacer esfuerzos individuales. Porque la tendencia a la entropía (igualdad) solo se mantiene en la medida en que nosotros no hagamos nada. Esta es la verdad de las cosas: la igualdad es síntoma de una comunidad moribunda, sin voluntad, sin sueños y sin esperanza. Para alcanzar el pleno desarrollo y vivir en una comunidad viva, enérgica, creativa y con futuro debemos luchar activamente por la desigualdad: no basta con realizar nuestros propios sueños, también tenemos que frustrar los intentos decadentes de los gobiernos locales por incrementar su paquete de regulaciones e impuestos. Este paquete no desaparecerá por sí solo, debe ser reducido con el esfuerzo individual de cada uno de nosotros.
Con la misma fuerza y entusiasmo que sostenemos la igualdad jurídica de los hombres, hemos de oponernos a su igualdad económica, puesto que esta le otorga poder a los gobiernos en desmedro de las personas y aquella implica que no hay gobiernos decretando sus paquetes de regulaciones e impuestos sobre ningún grupo humano. Resulta fácil, tal vez, ignorar la importancia de mantener e incrementar la desigualdad económica cuando, durante toda nuestra vida, nuestros padres nos han acentuado la importancia de luchar por la igualdad jurídica. Pero las necesidades seculares cambian y, hoy en día, la igualdad económica aparece como una amenaza mucho más urgente y peligrosa que la desigualdad jurídica.
No digo que debamos abandonar ni descuidar la lucha por la igualdad jurídica, sino que hemos de continuarla sumando la causa a favor de la desigualdad. Esto no resulta tan complejo como pueda parecer, porque el origen de la desigualdad jurídica y de la igualdad económica es el mismo: los gobiernos locales. De manera que la forma de combatir estos problemas también es exactamente la misma: saturar los gobiernos locales para impedir que nos gobiernen con sus dictatoriales paquetes de regulaciones e impuestos. Así podremos superar la vergüenza de no contar con igualdad jurídica y de tener igualdad económica al mismo tiempo, puesto que ¿quién podría sentir orgullo de algo así?
La burocracia, pues, no se vence con engaño, sino que con más burocracia: tanta como para colapsar los aparatos gubernamentales y hacerlos retroceder ante el poder incontestable de los individuos. Solicitudes, requerimientos, cartas, denuncias, rendiciones de cuentas, sumarios, recursos, apelaciones, querellas, etcétera. Las herramientas están ahí, disponibles para nosotros. Basta con que las tomemos y las utilicemos. Podría pensarse que este fárrago de actividad le dará una excusa a los gobiernos para justificar el incremento del paquete de regulaciones e impuestos con el fin de financiar la demanda ciudadana. Mi respuesta es la siguiente: la libertad no se protege con más legislación, sino que con más libertad. De la misma manera, las regulaciones no se contienen con pasividad, sino con actividad: la burocracia ciudadana tiene el poder de desbordar la burocracia gubernamental y esta es una ventaja que debemos aprovechar a nuestro favor.
Los funcionarios públicos suelen ser menos competentes y menos comprometidos que los trabajadores del mundo privado. Tenemos un enorme capital humano que explotar a nuestro favor y hay enormes debilidades que podemos aprovechar para detener el problema de la igualdad económica. Tenemos las capacidades y tenemos la solución: lo único que debemos hacer es dar el paso, tomar una herramienta del aparato burocrático y ubicarla estratégicamente en la unión de dos engranajes gubernamentales.

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