La opinión de Víctor Pérez es odiosa, porque manifiesta abierto desprecio por quienes practican o defienden el lucro en la educación, e interesada, porque quiere utilizar la prohibición del lucro en la educación superior como una herramienta para combatir a su competencia. Así, en lugar de ofrecer un mejor servicio y mejores instalaciones, elimina a sus competidores y hace que los potenciales clientes se fijen más en él, puesto que abarcará un mayor espacio en el mercado educacional.
Las cartas de Víctor Pérez publicadas en El Mercurio resultan disgustantes y amargan el desayuno de quienes apreciamos la libertad para obtener utilidades (lucrar) desde cualquier actividad a la vez que rechazamos la fiscalización estatal de estas actividades. Su vergonzosa cruzada contra la libertad de empresa y a favor del intervencionismo estatal demuestra la forma de «hacer negocios» que tanto él como otros proteccionistas defienden: empresas financiadas con impuestos (robo institucionalizado) cuyas ganancias son privatizadas y cuyas pérdidas son socializadas, en un mercado intervenido para impedir la competencia y asegurar un conjunto de clientes cautivos para la institución.
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