Los sorteos no son igualitarios

Originalmente publicado en Ciudad Liberal.

Imagen: Aprendizaje en el Siglo XXI

Uno de los métodos propuestos entre las múltiples y caóticas medidas de la Reforma Educacional es el de seleccionar por sorteo a quienes ingresarán en los establecimientos públicos, especialmente en los liceos tradicionales, que suelen seleccionar a sus alumnos con evaluación de antecedentes y exámenes de admisión. El trasfondo para la proposición del sorteo como método de selección es que, así, se evitaría la discriminación y, más aún, se aseguraría la igualdad en este proceso. Entonces, llega un grupo de políticos y afirma que acabarán con la desigualdad explícita de la selección por exámenes y la reemplazarán con un sorteo azaroso: así todos tendrán la misma oportunidad de ingresar en los establecimientos a los cuales postulen, aun cuando no lo logren. Y bien, mi estadística puede estar adormecida por el paso del tiempo, pero con este tipo de proposición se despierta y recuerda claramente: una selección al azar no es igualitaria, sino que estadística y se distribuye con la forma de una distribución normal. La consecuencia de esto es que una alumna inmigrante rusa de apellido Tsvetanova no resultará escogida para ingresar en el Liceo Javiera Carrera. Digamos que solicita y consigue que el sorteo se repita y nuevamente no resulta electa. El sorteo se repite mil veces; pero resulta, por una de esas crueles casualidades de la vida, que la señorita Tsvetanova está situada hacia el extremo izquierdo de la distribución normal.

María Tsvetanova les escribirá entonces a los políticos para quejarse por la injusticia de su sistema de selección, puesto que ella no resultó elegida ni en mil sorteos para ingresar en el Liceo Javiera Carrera. Viajó desde Vladivostok exclusivamente para estudiar ahí, porque le dijeron que habría educación de calidad e ingreso igualitario, pero la fortuna no la ha favorecido. Los políticos le contestarán lamentando su situación y explicándole que ellos no pueden hacer nada contra la mala fortuna. Entonces María Tsvetanova, ya opacada mediáticamente por la concluyente respuesta de los políticos, se quejará por Facebook afirmando que un sorteo no es más justo que un sistema de selección por rendimiento. De hecho, el sistema de selección por rendimiento te permite competir sobre la base de condiciones más evidentes que un sorteo. María Tsvetanova también hará la observación de que esa «mala fortuna» justificada por los políticos en el caso del sorteo, es condenada por ellos mismos cuando se refieren a los colegios privados, cuya principal barrera de ingreso es el arancel. A causa de esta opinión, la publicación de María Tsvetanova aparecerá en PLP.cl y ella recibirá una lluvia de comentarios ofensivos que la convencerán de cerrar su cuenta en Facebook.

¿Qué medida aseguraría verdaderamente la igualdad de ingreso a los liceos emblemáticos entonces? La única forma de asegurar la igualdad de ingreso es garantizando que todos los alumnos que postulen entren. Ciertamente los liceos tienen limitaciones de espacio y de personal, pero estas habrían de ser cubiertas con fondos públicos para garantizar la igualdad de ingreso efectiva. Otra forma sería asignar de forma centralizada al conjunto de alumnos interesados en los liceos que tengan disponibilidad, pero entonces los alumnos ya no podrían escoger el establecimiento al que desean ingresar. Cualquiera de estas medidas requeriría un gasto enorme y, en consecuencia, un robo enorme desde los contribuyentes. Ninguna de ellas garantiza que la educación entregada sea de calidad, aunque sí garantizan corrupción e ineficiencia en el proceso de asignación de recursos (y de alumnos). Incluso coadyuvan en el objetivo cada vez menos oculto de adoctrinar a los alumnos en la ideología e interpretación colectivista de la realidad, algo de lo que yo mismo fui víctima mientras asistía al liceo.

El gobierno no tiene ningún empacho en mentirnos y robarnos y tampoco le interesa que estemos conscientes de ello: por eso las columnas como esta no tienen efecto alguno sobre el perjudicial comportamiento del gobierno. Entonces este gobierno dice que quiere acabar con la desigualdad en el ingreso a los liceos públicos, en especial a los liceos emblemáticos, pero propone un sistema de ingreso que no es igualitario. El engaño está ahí, a la vista de todos, pero al gobierno no le importa. Su discurso es inaceptable, pero gramatical y parece que esto le basta. Es como el ejemplo que todos leemos al estudiar lingüística: «Los cinco continentes son cuatro: África, América y Asia». El discurso del gobierno sigue el mismo patrón que este ejemplo: dice algo sin sentido, pero lo hace respetando la sintaxis y la ortografía. Y hay muchas personas que están contentas de que sea así, porque al menos se respeta algo. No miran, en cambio, que esa construcción implica la intención de robarles una parte aún mayor de su renta para financiar un sistema centralizado de adoctrinamiento pro-gubernamental. Están hechos unos borregos dóciles y blandos para el horno, como les gustan a los colectivistas, que corean «cuatro patas sí, dos patas mejor» y apagan cualquier crítica que pueda levantarse contra las medidas administrativas.

Me parece importante que desconfiemos del gobierno: no solo de este, sino que de cualquiera. El gobierno arruinó los sueños de María Tsvetanova y ha hecho lo mismo con todos nosotros en alguna oportunidad. Algunos lo aceptan con admirable (o peligrosa) mansedumbre; pero quienes creemos en la libertad hemos de resistirnos, evadir los ataques y asestar estocadas cuando tengamos la oportunidad.

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