Publicado originalmente en Corrupción Chile.
En el furor de los incendios y la emergencia de ayudar a los
damnificados, la izquierda no ha parado de comportarse de acuerdo con su
naturaleza reptiliana para lucrar con la situación. Han cuestionado el
Supertanker y a la mujer detrás de él, Lucy Avilés; han acusado de oportunismo
a políticos de oposición, y han tratado de desmentir cualquier vínculo de la
tragedia con grupos terroristas. Es cierto que la izquierda nunca ha escatimado
en estrategias ni en su aceptabilidad moral (con cien millones de muertos a
cuestas) para posicionarse en el escenario del poder, pero vale la pena
destacar cada bajeza nueva en la que incurre. ¿Pero cómo este conglomerado
político se sigue moviendo con cien millones de muertos a cuestas y millones de
dólares robados desde el sector productivo de la sociedad (todo lo que no forma
parte del Estado)? Lo hace gracias a que la memoria es frágil y este mismo
conglomerado se ha asegurado de apropiársela con museos, calles y monumentos
dedicados a sus criminales y padrinos.
Como sabemos, el gobierno rechazó durante dos semanas el
ofrecimiento de Lucy Avilés para financiar las operaciones del Supertanker
durante seis días. Una decisión que habría salvado miles de viviendas y varias
vidas, puesto que habría permitido controlar a tiempo los incendios, fue
postergada por el gobierno hasta cuando ya se encontraba fuera de control. El
propio director de la Corporación Nacional Forestal apareció en televisión
difundiendo la leyenda de que los aviones de gran magnitud no sirven para
combatir incendios forestales. Por supuesto, él no debe seguir ocupando este
cargo después de que la emergencia haya terminado. Los sindicatos de la
Corporación, por su parte, aprovechándose del pánico, han solicitado la
creación de un Servicio Nacional Forestal para convertirse en funcionarios
públicos y volverse inamovibles, además de recibir la infinidad de beneficios
monetarios que se reparte alegre e inconscientemente en el aparato público sin
que se exijan resultados a cambio de ellos.
Aparte de los cuestionamientos y obstrucciones insensatos
que interpuso el gobierno para recibir ayuda sin costo para su bolsillo, están
las críticas expresadas por fanáticos de izquierda que se oponen a la donación:
prefieren que el país se incendie por completo antes de que su ideología sea
cuestionada. Luis Santana, por ejemplo, calificó la donación como un acto de
«filantrocapitalismo» (como si la filantropía fuera posible sin la creación de
riqueza) y la criticó porque, según él, no responde a las necesidades reales de
la emergencia, sino a la mera voluntad de lo que el donante estima mejor: su
desesperación por bajarle el perfil a la magnánima liberalidad de Lucy Avilés
resulta épica. Alberto Mayol (alerta de derrumbe del modelo) añadió que Avilés
no debió haber insistido con su donación si el Estado no quería recibirla:
dejemos que se queme el país entero; ¿quién necesita un Supertanker? Pero, si
lo ofrecen los rusos, se acepta sin cuestionamientos (aunque igualmente después
de pensarlo tres días). Otro comentarista, cuyo nombre no recuerdo, alegó que
la donación de Avilés estorbaba la acción de los organismos del Estado porque
los obligaba a abandonar sus protocolos y hacerse cargo del avión que donó
ella. Pero yo presumo que pueden seguir sus protocolos a la vez que hacerse cargo
de la donación con el millón de pesos que el Estado se gasta por cada segundo
que pasa: si no, ¿cómo justificamos tanto gasto? Por estos antecedentes, José
Ignacio Pinochet llegó a decir que no nos merecemos el Supertanker.
La jugada más sucia fue la de una nota que mencionaba al
padre de Lucy Avilés, nuestra heroína, como abogado asesor de la antigua
Dirección de Inteligencia Nacional y también de la Fundación CEMA Chile en
algún momento muy específico. La intención de esta nota, por supuesto, era demonizar
a Avilés como un monstruo indigno de nuestra admiración. Los medios ya la
habían disminuido días antes al describirla como «la señora de», puesto que
está casada con el nieto del fundador de Walmart. Acá todos los medios se suman
al #NiUnaMenos, pero no aceptan que una mujer sea alguien si no es a costa de
su marido: no la consideran persona si no tiene un esposo que justifique su
éxito. Para los medios de izquierda, este vínculo es una manera, además, de
desacreditar a Avilés como el producto de un capitalismo «cruel e inhumano»
—que dona aviones, galletas, agua, alimentos, refrescos, etc. Las críticas del
público arreciaron, no obstante, contra los medios que publicaron la nota:
primero El Mostrador, luego El Desconcierto y, por último, The Clinic.
En un intento desesperado de desviar la atención y, además,
como estrategia para mejorar su propia imagen pública, la izquierda ha acusado
a varios políticos opositores —Sebastián Piñera, Evelyn Matthei, Joaquín Lavín,
José Antonio Kast— de aprovechar la catástrofe en su favor. Curiosamente, esta
misma acusación es un intento de aprovechamiento político: una manera de
demonizar al «enemigo» (la izquierda considera así a sus opositores) y atraer
la opinión popular hacia su parcela. Mientras trata de enlodar al adversario,
la izquierda no hace más que mostrar su bajeza e inmundicia, que no puede caer
más bajo desde donde ya está.
Por último, la izquierda se ha esforzado en desmentir
cualquier vínculo de los incendios con grupos terroristas. Yo mismo creo que cuesta
vincular estos incendios con la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM) o los
Individualistas Tendiendo a los Salvaje (ITS), pero tenemos dos hechos claros:
los incendios son intencionales (no causados por los árboles ni por chispazos)
y hay tanto individuos cuanto grupos de personas vinculados con ellos: así se
desprende desde informaciones entregadas por testigos a la prensa y por las
detenciones reportadas por Carabineros. En el fondo, la izquierda quiere evitar
que la CAM sea responsabilizada para evitar un descrédito de la «causa
mapuche»: no le importa que probablemente haya otros grupos detrás de estas
acciones; simplemente quiere obstruir cualquier tipo de relación conceptual
entre los incendios y la CAM.
La izquierda chilena, pues, mostrando su bajeza
característica, ha actuado y opinado en contra del país y de las personas
durante los días en que hemos enfrentado la tragedia de los incendios
forestales. Fiel a su compromiso anti-humano, ha mentido y tergiversado y
acusado falsamente con tal de obtener algo de popularidad en su batalla por
acceder al poder político que le permita controlar nuestras vidas. Pero su
estrategia no es invisible para nosotros. De hecho, resulta demasiado evidente.
Por esto mismo vemos que es sucia, indigna, despreciable y condenable.
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