40mo Aniversario de la Vicaría de la Solidaridad

Originalmente publicado en Globedia.

Un grupo de valientes ha sido grabado recitando el Símbolo de Nicea en Egipto a pocos días del martirio en el que fallecieron 25 de sus hermanos coptos, el domingo 11 de diciembre de 2016. En su ministerio, Jesús adelantó las persecuciones de las que serían objeto quienes esparcieren su mensaje de desprecio por el mundo presente y de anhelo de una vida sempiterna post mortem. La esperanza de la resurrección y de la reunión con quienes amamos durante la vida y nos dejaron despierta un entusiasmo en el corazón cristiano que inspira amor gratuito hacia los demás, especialmente cuando estos sufren. No se trata de una mera orden del Hijo del Hombre, sino que de una experiencia surgida desde la fe personal.


Imagen: Vicaría de la Solidaridad


Durante su lucha contra la instauración de un régimen marxista en Chile, el Gobierno Militar se enfrentó con hombres armados en repetidas ocasiones. En vista de la violencia del conflicto y del daño magnífico que se causaban los enfrentados, había especial ensañamiento en sus actitudes. Este ensañamiento condujo a situaciones de particular crueldad, si bien la intención de instaurar un régimen marxista ya parece insuperablemente cruel. El gobierno intentó controlar estas situaciones por medio de algunas normas, pero le resultó imposible hacerse cargo de cada caso: no hubo una impunidad total, por supuesto. Es en el contexto de este enfrentamiento que fue fundada la Vicaría de la Solidaridad.

La Vicaría de la Solidaridad acogió y protegió a personas que luchaban por la instauración de un régimen marxista en el país. Esto no significa que la Iglesia haya coincidido con los ideales de estas personas, sino que acudió a ellas como hombres que sufrían y que se encontraban en peligro inminente. Estos hombres, que en otras circunstancias habrían utilizado su poder para eliminar físicamente a los miembros de la Iglesia y para confiscar sus bienes, se convirtieron en objeto de misericordia cristiana mientras intentaban, precisamente, acceder al poder que les permitiere hacer lo que acabo de describir.

El comportamiento de la Vicaría de la Solidaridad parece contradictorio y auto-destructivo visto desde esta perspectiva, pero esta es una evaluación ciento por ciento mundana y cero por ciento cristiana. La perspectiva cristiana está totalmente divorciada de la mundana y quien pretenda entender los juicios y acciones de la Iglesia debe comprender este divorcio para interpretarlos. Asegurar la vida eterna después de la muerte es mucho más importante que sobrevivir o tener comodidades en el mundo presente desde una focalización cristiana. Entonces, tampoco resulta estrictamente necesario que el cristiano salve la vida del otro o trabaje para que las condiciones de vida de este sean dignas. Como dije arriba, este comportamiento del cristiano es solamente una consecuencia del entusiasmo que siente al tener certeza de la vida sempiterna en presencia del Padre que le espera después de la muerte. El de la Vicaría de la Solidaridad corresponde, no obstante, a un comportamiento cristiano.

Hay quienes acusan a la Vicaría de la Solidaridad de haber obstruido la lucha del gobierno contra los guerrilleros totalitarios. Tienen razón, por cierto, si pensamos el asunto desde el punto de vista político: la intervención de la Vicaría ayudó al bando de los marxistas dictatoriales en detrimento de los militares que intentaban frustrar sus planes de control absoluto. Pero la intervención de la Vicaría en el conflicto no fue política: no estaba inspirada por la idea de que los marxistas deberían gobernar o de que los militares no deberían gobernar — estas apreciaciones se alejan de la perspectiva cristiana según la cual los gobiernos del mundo le pertenecen al demonio. Así que, aun cuando la intervención de la Vicaría favoreció a los totalitarios, su inspiración era religiosa y no política.

Algunos interpretan la intervención de la Vicaría como humanitaria en lugar de religiosa. Es cierto que esta intervención surge del amor al prójimo y que este amor no es una especie de requisito para acceder a la vida ultraterrena, sino una consecuencia «natural» de la esperanza de acceder a esta vida. La focalización moderna de los comportamientos clasifica esta conmiseración como una actitud humanitaria y la Iglesia la ha acogido, pero me parece que resulta ambigua y puede ser discutible. Una actitud humanitaria está centrada en mejorar las condiciones de la vida presente del otro con el solo objetivo de hacerla más placentera: esta ayuda no colabora en nada con la salvación del alma propia ni ajena. Me parece un tanto riesgoso, entonces, que la Iglesia no rechace o, incluso, acepte con gusto clasificaciones más propias de las corrientes mundanas que de las corrientes cristianas. Por esto insisto en decir que el comportamiento de la Vicaría fue más bien religioso que humanitario.

A causa del carácter indudablemente político de los acontecimientos, resulta casi imposible no ver la intervención de la Vicaría como una actuación también política: no solo para los marxistas ateos, sino incluso para los socialistas y conservadores cristianos. Por esto me parece necesario otorgar una interpretación más apropiada para esta intervención: una que se haga cargo de su carácter «vicario» más que de su carácter «solidario».

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