El infierno chileno

Originalmente publicado en Globedia.

Le dice Pedro de Valdivia a Su Majestad Católica (04–09–1545) que «para que haga saber a los mercaderes y gentes que se quisieren venir a avecindar, que vengan, porque esta tierra [Santiago de Chile] es tal, que para poder vivir en ella y perpetuarse no la hay mejor en el mundo». Por supuesto, Valdivia ignoraba el infierno neoliberal en el que se convertiría Santiago apenas cuatrocientos treinta años después de haber escrito estas famosas líneas al Imperator Semper Augustus. ¿Quién, de hecho, habría imaginado que Chile se convertiría en el país con menor pobreza y mayor desarrollo humano de las Indias Occidentales? Este castigo, que no otra cosa puede llamarse tal calamidad, ha sido fruto de la arrogancia y desmesura en la que incurrió el país al instaurar el paraíso terrenal con Su Excelencia Salvador Allende.

«No la hay mejor en el mundo». ¡Insensato! ¡Jamás previó que las AFP protegerían los fondos de pensiones de las garras de los políticos y harían rendir los ahorros de los trabajadores hasta en un setenta por ciento! ¡Jamás previó que la pobreza se reduciría a menos de un diez por ciento! ¡Jamás previó que la esperanza de vida se elevaría hasta los ochenta años!

Este país, enfermo de capitalismo, es el que registra menos consumo de anti-depresivos entre los miembros de la OCDE. ¿A qué fosa más profunda podríamos caer desde aquí, más miserables que Edipo en nuestro lodazal de desgracias amontonadas unas sobre las otras? Algunos medios locales citaron a la OMS el año pasado para declarar que Chile es el país más depresivo del mundo. Esto, por supuesto, se atribuye a que Chile es también el país más neoliberal del mundo. Y es, por supuesto, el que tiene la educación más cara y la salud más onerosa y las viviendas menos dignas y el sueldo mínimo más bajo y el transporte más costoso. ¿Quién podría ignorar el hecho de que vivir en Chile es la tragedia más espantosa que podría ocurrirle a un hombre o mujer o transexual o transgénero o hermafrodita o gato o mastodonte o plesiosaurio? Los dioses nos están castigando por haber osado atisbar la perfección del socialismo y por haber respetado excesivamente la libertad individual después de que ellos mismos nos derrumbaran desde nuestra atrevida Torre de la UP.

¡En verdad que este es un infierno como aquel descrito por Enkidu a Gilgamesh, porque todo está cubierto de polvo! La estadística que señala que Chile es el país más feliz de América Latina no puede deberse a quienes han nacido acá, sino que debe atribuirse a los inmigrantes peruvianos y colombianos y venezolanos y haitianos, puesto que ellos conservan la alegría tropical de sus tierras vernáculas y la han traído a cuestas como parte de la penosa penitencia que cumplen habiendo llegado a trabajar y a vivir en Chile, el infierno en la tierra.

¡Oh, depravación del neoliberalismo y sus habitantes felices y sus inmigrantes esperanzados! ¿A qué venís en buscar el áureo adonde solamente hallaréis barro y despojos de un modelo que se derrumba cada día con mayor estrépito? ¡Porque es tan ingente la montaña de pecados que cubre nuestro cielo! ¡Ha de seguir derrumbándose, sin duda, por otras cinco décadas hasta completar las nueve decretadas por el oráculo de la FACEA, que los infieles llaman pretenciosamente FEN! Pero entonces seguiremos el consejo de Virgilio para cuando se extinguen las abejas (el origen de la mejor de las mujeres según Semónides de Amorgos), porque desde antiguo los romanos conocieron los efectos del neoliberalismo para la vida silvestre: construiréis, en un rincón estrecho, una cabaña cuadrada de madera con una ventana en cada muro; sacrificaréis un novillo de dos años ahogándolo y luego apalearéis su cuerpo para aplastar sus vísceras sin abrir su cuerpo y lo cubriréis con abundantes hierbas justo antes de que termine el invierno. Y así gozaremos de abundancia para seguir culpando al neoliberalismo de nuestros males para siempre.

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