Minotauro germánico y Teseo islámico

Originalmente publicado en El Libertario.

«La casa de Asterión», publicado por Jorge Luis Borges dos años después de que concluyese la 2da Guerra Mundial, termina así: «¿Lo creerás, Ariadna? — dijo Teseo — . El minotauro apenas se defendió».


En nuestros días, los proteccionistas ven que el cuento de Borges cobra vida en Europa: Alemania es el Minotauro y los inmigrantes musulmanes son Teseo. El gobierno alemán y algunos ciudadanos entusiastas no solo tienen una política de puertas abiertas, sino que les ofrecen refugio y manutención a los inmigrantes musulmanes al tiempo que los delitos y crímenes cometidos por estos están recibiendo mucha atención. Me preocupa señalar este detalle porque ignoro las cifras exactas. Pero estoy enterado de algunos eventos como los ataques sexuales en Colonia durante el Año Nuevo 2016 y el ridículo caso de la Policía Sharia en Wuppertal. Afirmo que es ridículo porque el cargo presentado contra los integrantes de esta Policía Sharia fue el de utilizar chalecos reflectantes.

¿Acaso previó Borges, en esa Alemania derrotada y ocupada por ejércitos extranjeros, el escenario de otra Alemania enriquecida en lo material, pero espiritualmente vacía y dispuesta a ser sacrificada? ¿No fueron los judíos del Holocausto aquellos cautivos que murieron en el laberinto? ¿No son los musulmanes el Teseo que viene a redimir a Asterión? Y, si así fuere, ¿no sería más sabio aceptar mansamente la voluntad de los dioses en lugar de levantarse indignados a denunciar la carnicería del Minotauro? El espíritu humano no funciona de esta manera: todas las tragedias lo han dibujado luchando enconada e inútilmente contra el destino que le impusieron los dioses para, al fin, caer humillado o encauzarse con resignación. Si acaso el hombre tiene un sino trágico, peleemos infructuosamente contra él como ha ocurrido siempre; pero no dejemos que el desenlace abata nuestros corazones, puesto que ya lo conocemos.

Uno parece escuchar al gobierno germano cuando Asterión declara «que entre el que quiera». Y Alemania ha recibido a muchos más migrantes musulmanes que cualquier otro país europeo, por cierto. El Independent Sentinel acusa la ironía de que Hussein Khavari (22) violara y estrangulara a Maria Ladenburger (19) en Colonia, ciudad que exhibe varios letreros saludando la llegada de refugiados musulmanes.

El cuento de Borges anuncia con claridad estremecedora «uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor». Quizá la conciencia atormentada de Asterión era previsible para una Alemania que, aparte de verse derrotada y humillada, fue acusada de los crímenes más atroces. La previsión de esta conciencia atormentada calza perfectamente con el aislamiento del Minotauro, si bien resulta discutible que Alemania se considere un país aislado. ¿En qué sentido podría serlo? ¿En el de que está integrado por personas con los más altos estándares y alcanzan tales niveles de confianza que nadie en el mundo se molesta siquiera en competir con ellos? Suena tentador, pero resulta fácilmente refutable. No obstante, la excelencia y el carácter único son rasgos que Asterión se atribuye en el relato. Él también se considera filósofo y esta condición puede, sin duda, ser propia del espíritu germánico más que de otras naciones europeas en virtud de sus contribuciones.

Teseo no acude gratuitamente al laberinto, por lo demás: él tiene la misión de liberar a Atenas del tributo cruórico pagado anualmente al rey Minos. Y hay quienes arguyen que los ataques terroristas perpetrados por islamistas son una forma de represalia por la intromisión armada de potencias occidentales. En Creta, Teseo seduce a Ariadna. Del mismo modo, tenemos a occidentales convertidos al islam y uniéndose a las filas del Estado Islámico, principal responsable de los ataques terroristas registrados en Europa.

La realidad política y cultural no se reduce a la metáfora literaria sin oponer resistencia, por cierto. Y estas mismas dimensiones, política y cultura, pugnan por la hegemonía mundana, aunque no me queda claro si acaso pugnan entre sí también. Algunos creen que todos los sectores culturales están supeditados al poder, pero siempre he tenido la intuición de que la cultura se mueve con independencia de este. Cómo convertir tal intuición en una certeza me parece incógnito ahora, pero no puedo ignorar que hay europeos convirtiéndose al islam y que los países islámicos han abrazado con entusiasmo la penicilina, el motor de combustión, la televisión, los camiones y otros avances tecnológicos desarrollados por Occidente.

Si acaso «La casa de Asterión» en verdad profetiza algo, como he soñado involuntariamente, espero que sea para mejor. Si no, que se cumpla la voluntad de los dioses y la admitamos con mansedumbre.

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