La libertad y el aborto

Originalmente publicado en Letras Libertarias.

MILES Chile, filial de la traficante transnacional de órganos Planned Parenthood, ha protestado contra la posibilidad de que el personal asistente de salud pueda negarse a participar en los procedimientos de aborto, una vez que estos se encuentren permitidos por el proyecto que está siendo discutido actualmente en el Congreso. Concentrémonos en este aspecto en particular: una persona es asignada para desempeñar una labor, pero se niega a hacerla. Creo que cualquier empleador debe tener el derecho de despedir a un empleado que se niega a cumplir con una labor indicada, pero me parece excesivo que haya una ley señalando la obligación de realizarla o la imposibilidad de negarse a hacerlo. Las relaciones entre trabajador y empleador están, ciertamente, supervisadas por el Estado. Pero esto no significa que tal supervisión sea correcta o siquiera necesaria ni que el Estado tenga la legitimidad para intervenir en ella ordenando lo que uno y otro deben hacer con respecto al contrato que ambos han contraído voluntariamente.


La actitud de MILES Chile resulta totalitaria: quiere utilizar la fuerza bruta del Estado para obligar a todas las personas a admitir que deben participar en un procedimiento de aborto si trabajan en un centro de salud habilitado y, más aún, quieren pasar por encima de la conciencia de quienes consideran que el aborto es una forma de homicidio. El problema de fondo aquí no es si acaso el aborto es un homicidio o no: basta con admitir que algunas personas creen esto para plantear el conflicto que ellas enfrentan. Independientemente de que el aborto sea o no un homicidio, hay personas que tienen la convicción de que lo es: obligarlas a participar en procedimientos abortistas implica tanto vulnerar su libertad de conciencia cuanto una forma de crueldad en contra de ellas. Aunque no se trate de un homicidio, las personas que creen que lo es serán obligadas a incurrir en un asesinato de acuerdo con sus convicciones personales y esto no concuerda con la libertad que MILES Chile dice — falsamente — defender cuando afirma que la mujer debe hacer lo que quiera con su cuerpo. Bien: la mujer puede, pero el personal médico que debe asistirla no.

Los del bando pro-vida han sido criticados por pretender que las mujeres abortistas sean condenadas a ir a prisión por asesinar a sus hijos en gestación. Tiendo a compartir esta crítica porque, si no hay nadie dispuesto a vengar la sangre derramada en un asesinato, ¿vale la pena que todos debamos pagar para que el homicida sea perseguido? Por supuesto, yo preferiría que el Estado no interviniese de ninguna manera en este asunto y que, si hay alguien con sed de venganza, que la persiga y la consume si la fortuna está de su parte aquel día: yo preferiría no tener que desvelarme ni aportar un peso para colaborar con las venganzas ajenas y con las reparaciones de homicidios a cuyos implicados nunca conocí en mi vida.

Entonces, los pro-aborto interponen el argumento de la libertad individual y lo hacen con razón, pero de inmediato se oponen al ejercicio de esta libertad cuando se trata de que alguien no quiera participar del procedimiento homicida. Me queda claro, pues, que el eje de este debate no está en la libertad individual, sino en la convicción de que el aborto es un servicio obligatorio. ¿Pero puede existir algo así como un servicio obligatorio? Las urgencias están obligadas, por ejemplo, a atender a pacientes en riesgo vital aun cuando no puedan demostrar que tengan las condiciones para pagar por el servicio que les será prestado. Pero este caso no puede homologarse con un aborto, puesto que una situación que implique riesgo para la vida ya está contemplado en la legislación: se aplica el tratamiento necesario y se asume el riesgo. Por otra parte, me parece también excesivo que todos los servicios de urgencia estén obligados a atender a cualquier persona: este tipo de imposición no debería existir. Y, tal como no debería existir para los casos de riesgo vital (puesto que no es la obligación de nadie prestar un servicio sin tener la certeza de que le van a pagar y tampoco es la obligación de ninguno prestarle auxilio a quien lo necesita), tampoco debe existir para los casos de mujeres que quieran abortar.

Aun cuando los pro-aborto persiguen una causa noble al pretender que las filicidas no sean encarceladas, lo hacen al costo de menores libertades para las personas y mayores gastos para los contribuyentes. Su cruzada nunca ha tenido que ver con la libertad, aun cuando ellos la invocan lacrimógenamente, sino con la imposición de sus propias ideas: ellos no quieren debate ni discusión, sino dogmatismo e imposición. Dicen que se oponen a estos fenómenos, pero los hechos demuestran que ellos son su objetivo final. No quieren libertad, sino reemplazar las prohibiciones y sanciones actuales con otras de su preferencia. Son, en fin, unos lobos con piel de oveja, unos embaucadores y unos enemigos de la civilización.

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