Originalmente publicado en El Libertario.
El verso que titula esta columna forma parte del corpus solonídeo, pero no parece
sintonizar con el resto de su obra poética, que acentúa la isonomía y el
rechazo de los tiranos. Trae a la memoria, de todas maneras, el aforismo romano
dura lex, sed lex: «la ley es dura,
pero es la ley». Y también trae a la memoria la disciplina de los estatistas
con los dictadores a los que admiran, justificando sus atropellos y
argumentando sobre la importancia del «contexto» cuando cualquiera equipara una
situación ocurrida en uno de estos regímenes con otra idéntica que ellos mismos
condenan. Se trata de un verso que invita a la obediencia ciega o, quizá, a la
resignación utilitarista. En cualquier caso, respalda una sumisión del
individuo al tirano de la polis.
La obediencia incuestionable siempre ha sido una meta en la
República Popular China y el gobierno de este territorio encontró un nuevo método
para avanzar hacia esta meta: la ludificación.
La ludificación (originalmente del
inglés gamification) es la adaptación
de procesos existentes —usualmente laborales o educacionales— a una atmósfera
lúdica: se ofrecen puntos, premios y castigos propios de videojuegos por
realizar las actividades habituales del trabajo o de la escuela. He visto que
algunos programadores han creado versiones para que las personas se estimulen a
sí mismas en sus tareas diarias. Como nunca me ha gustado la instrumentalización de los videojuegos para fines otros
que disfrutarlos, jamás le he prestado mucha atención a ni he difundido la ludificación. Y creo que mi opinión
negativa con respecto a ella viene a ser confirmada por la decisión del
gobierno socialista chino de crear una plataforma conocida como «Sesame Credit» para
estimular una ciudadanía obediente y castigar la ciudadanía excéntrica.
Entiendo que es el sueño de los estatistas y que varios deben gozar
interiormente de una manera excepcional, pero a mí me produce náuseas.
Prostituir los videojuegos con fines educacionales o
laborales ya es suficientemente malo. Utilizarlos para imponer las regulaciones
gubernamentales implica reducirlos a la abyección extrema: no imagino un punto
más bajo que este. Los videojuegos son productos culturales admirables y esta
misma condición inspiró el concepto de ludificación.
Pero, como ocurre con el principio de Reinhardt, la optimización de los procesos educacionales y laborales se
hizo al costo de cierto fracaso divino, es decir, con la instrumentalización de
los videojuegos. A causa de esto, la ludificación
es un proceso denigrante por sí mismo para los videojuegos. Cuando, más encima,
está dirigida a satisfacer los fines del gobierno, se convierte en la máxima
humillación posible.
Los estatistas siempre encuentran razones románticas y
pseudo-científicas para justificar las intervenciones del gobierno: están
dispuestos a sacrificar todo con tal de que el gobierno intervenga en cualquier
asunto. ¿Qué clase de persona imaginaría que es sensato otorgarle permiso a una
persona para que conduzca su propio auto, por ejemplo? ¿O quién pensaría que es
necesario obtener una autorización para trasladar nuestros muebles? ¿Quién
creería correcto o siquiera posible que documentemos todos nuestros ingresos?
¿Y quién estimaría bueno que a un comerciante le arrebaten su mercadería por no
haber pedido permiso para venderla? La respuesta a todas estas preguntas es una
y la misma: aquel que experimentó una experiencia equiparable con el orgasmo al
enterarse del proyecto «Sesame Credit» del gobierno socialista chino.
La Antigüedad tiene ejemplos para ilustrar prácticamente
todos los fenómenos que testificamos hoy en día. En este caso, el fragmento 27
D de Solón se ajusta sin cavilar en el espíritu del estatismo. Su intención
original era, verosímilmente, otra, pero su significado pareciera haber sido moldeado
para describir la intención que impulsa el proyecto «Sesame Credit». Este es
voluntario ahora, pero será obligatorio dentro de tres años. Y, aun cuando me
siento espiritualmente conectado con la Antigüedad, no comparto este afán del
gobierno chino ni de los estatistas del mundo por llevarnos materialmente a
esta época otra vez. Ojalá y los ciudadanos chinos encuentren maneras efectivas
de burlar el nuevo tipo de control: así he visto que lo hacen aquellos que
conocí en el pasado con las múltiples barreras que ya existen.
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