Diferencias en rendimiento escolar por nivel económico

Publicado originalmente en Ciudad Liberal.

Imagen: Buen Signo



Hace pocos días terminé de corregir la tesis de Cecilia, una cliente que además fue compañera de carrera en la universidad. La tesis de Cecilia pone a prueba una estrategia de comprensión lectora y la contrasta con otra para verificar si los alumnos mejoran esta habilidad con la estrategia probada. El resultado es que no hay una diferencia estadísticamente significativa en el progreso (medido durante tres semestres) de los grupos comparados. De hecho, Cecilia afirma que «es posible observar un comportamiento ocasionalmente errático y regularmente poco variable en los resultados obtenidos por los alumnos de ambos grupos». El adjetivo «errático» llama mi atención aquí. Este adjetivo responde a variaciones sorpresivas en el rendimiento de los alumnos y que no parecen tener una explicación inmediata (si bien tampoco resultan estadísticamente significativas). Pero Cecilia justifica el uso de este adjetivo, en su texto, en virtud de variaciones que incluyen, siempre comparando dos evaluaciones contiguas, un alza de 15,3% en el grupo experimental, otra de 21,8% en el grupo de control y un retroceso de un 10,4% en el grupo experimental. Fuera de estas desviaciones, los grupos mantuvieron rendimientos estables. Tanto que la variación global del grupo de control fue -2,6% y la del grupo experimental fue +1,6%, lo que significa que permanecieron prácticamente igual que al principio del proceso.



Cecilia cita la tesis de magíster de otra excompañera nuestra, Francia, titulada Relación entre las estrategias de aprendizaje y el desarrollo de las habilidades de comprensión y producción textual. La tesis de Francia hace una medición de la comprensión lectora en alumnos de primer año de la Universidad Los Leones (donde trabajé por un par de semanas este año) y, aparte de conseguir el rendimiento más bajo que haya visto en mi vida sobre este aspecto, hace una observación sumamente interesante: que, de acuerdo con el análisis estadístico, el nivel económico no guarda relación con el grado de comprensión de lectura de los alumnos. Al contrastar la tesis de Francia con otras investigaciones, resulta posible descartar no solo la variable económica, sino que también los factores sexo, edad, estudios superiores previos, área de estudio, buena decodificación o comprensión oral, dependencia administrativa de enseñanza media, modalidad educativa de enseñanza media, nota de enseñanza media, estudios preuniversitarios, puntaje en la PSU de Lenguaje y nivel de educación de los padres. A todas estas variables, me arriesgaría a sumar la estrategia de enseñanza, fundado en la investigación de Cecilia (que aún está por ser evaluada). De manera que ninguna de estas variables influiría realmente en la comprensión de lectura ni, por ende, en el aprendizaje de los alumnos.

Estos datos respaldan lo que decía María José Ramírez en «¿Dónde está la brecha?» (El Mercurio, 29-06-2003, E-12) acerca de las diferencias de rendimiento en el SIMCE. Específicamente en lo que concierne al conocimiento matemático, Ramírez señala que «10% de las diferencias de puntaje se encuentran distribuidos a nivel de comunas, provincias y regiones, otro 20% corresponde a diferencias entre los colegios, y el 70% restante corresponde a diferencias de rendimiento que se observan dentro de la sala de clases». Este dato contribuye, pues, a descartar las variables indicadas arriba, las cuales son asumidas irreflexivamente como causantes de las diferencias de rendimiento. Porque la investigación dice otra cosa.

La tendencia a malinterpretar la relación entre variables y resultados proviene no solamente de aquellos que buscan incansablemente justificaciones para imponer un sistema educacional centralizado y universal, sino que de la propia Agencia Nacional de Calidad de la Educación (encargada de aplicar el SIMCE). En efecto, la Agencia informa los resultados de los establecimientos separándolos de acuerdo con criterios como su nivel económico y el nivel de escolaridad de los padres. Estos dos factores, no obstante, han sido descartados como variables significativas en el rendimiento académico por la investigación especializada. De modo que es la propia Agencia la que está induciendo a cometer este error cuando interpone factores irrelevantes en el análisis de los resultados del SIMCE.

Las asunciones irreflexivas y los deseos de imponer sistemas organizados que lo controlen todo amenazan una medición objetiva y, todavía más, la libertad de los sujetos sometidos a la medición (e incluso la de todos los que pisen el mismo territorio). A este respecto, la explicación de Nozick según la cual los intelectuales desean reproducir el sistema escolar en la comunidad entera aparece como una explicación apropiada y verosímil. Los intelectuales que exigen la centralización monopólica de los servicios educacionales en el Estado no están inspirados exclusivamente por un afán obsesivo-compulsivo de orden universal, sino que también (y principalmente) aspiran a una organización social que reproduzca las condiciones que más los favorecen a ellos: aquella de las escuelas, liceos y universidades.

Las demás personas, sin embargo, no debemos dejarnos engañar por las atractivas promesas cósmicas de estos intelectuales platónicos, sino que debemos procurar la obtención de nuestro beneficio sin pasar a llevar los derechos ajenos. Así es como estamos llamados a convivir en paz entre nosotros.

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